Por Hernán Brienza
(Periodista. Escritor. Politólogo)
El gobierno ha decidido dar paso a una etapa marcada más por la creación y acumulación de riqueza que por su redistribución. La presidenta ha dado una señal de apoyo indudable a los sectores juveniles de la política y, por último, ha intentado marcar la cancha a algunos sectores del movimiento obrero organizado.
Sin dudas, la semana que acaba de terminar ha sido definitoria en muchos aspectos. Finalmente, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ha dado señales claras de cómo será la próxima etapa –resultado temporal de una conducción estratégica y pendular como ha caracterizado siempre al movimiento nacional y popular, y al peronismo en particular– de profundización e institucionalización del modelo instaurado en 2003. Además, ha dado una señal de apoyo indudable a los sectores juveniles de la política y, por último, ha intentado marcar la cancha a algunos sectores del movimiento obrero organizado. Lo distintivo de la semana sin duda fue el affaire UCR. Lo novedoso: la creación del Instituto Dorrego.
Frente a un año complicado como el que se avecina, el gobierno ha decidido dar paso a una etapa marcada más por la creación y acumulación de riqueza que por su redistribución. Ha considerado necesario recostarse en el sector productivo para generar un nuevo círculo virtuoso de la economía –que deberá reiniciarse ya no con el incentivo de la demanda por parte del Estado si no por la inversión del mundo privado– que permita el mantenimiento de todos los puestos de trabajo existentes más la creación de nuevos, que facilite llegar a la ansiada ocupación plena, que es el 95% de la masa laboral.
Para eso parece necesario brindarles algunas certezas al sector empresarial y corregir algunos puntos del modelo: frenar el aumento de precios por el cuello de botella productivo generado, entre otras cosas, por la cultura especulativa empresaria e intermediaria, mantener los números macroeconómicos en regla –superávit y reserva monetaria, entre otros– y mantener el tipo de cambio en un equilibrio que no haga perder competitividad pero tampoco genere inflación. En ese marco, el anuncio de que no saldrá la ley de reparto de ganancias –que debería ser reglada por ley y no por paritarias porque se trata de un principio constitucional previsto en el artículo 14 bis– marca un límite concreto a las demandas del movimiento obrero Organizado. Pero, también, pone en un lugar incómodo a la conducción de la CGT que tampoco tiene mucho espacio para reposicionarse sin generar molestias en quienes apoyan al modelo e incluso a los hombres del sindicalismo.
Otro párrafo aparte merece el discurso en aeroparque, en el que con temple agónico, emuló el discurso de Evita en el 51 cuando enfrenta personalmente a los delegados ferroviarios que le hacían una huelga al gobierno peronista. La presidenta fue tajante: ¿Cómo puede ser que los trabajadores boicoteen el modelo que generó la inclusión social, las paritarias, los aumentos salariales, la Asignación Universal? Una vez más, Cristina Fernández reclamó la titularidad del Modelo y pidió lealtad y reconocimiento a las bases. Lo que dijo, después de todo, es que “no hay un modelo antes del modelo”, y que en todo caso pudo haber habido lealtad a una entelequia, pero no mucho más.
Quizás una frase que se desprende de los discursos que dio esta semana la presidenta sirva para analizar un problema fundamental que tuvo y tiene el modelo nacional y popular a lo largo de su historia: la dificultad para generar cuadros políticos, económicos, académicos, intelectuales y comunicacionales, por ejemplo. El apoyo a Mariano Recalde y a los sub-40 no consiste en una cuestión meramente caprichosa como plantean los medios hegemónicos y los viejos vinagres del periodismo argentino. Se trata de una cuestión estratégica:
1) Los cuadros capacitados para gestionar, pensar, comunicar la Argentina ya están comprometidos, en un sentido o en otro, con parte de las viejas estructuras de poder como el duhaldismo, el menemismo, el delarruismo, las empresas periodísticas ligadas a la dictadura militar, por ejemplo.
2) Es necesario capacitar a quienes gobiernen, piensen y comuniquen los próximos años con sentido político determinado porque es la única manera de quebrar la hegemonía liberal-conservadora que ha gobernado este país desde 1852 a la fecha, excepto breves interregnos democráticos –yrigoyenismo, peronismo-.
3) El déficit de cuadros que tiene el movimiento nacional y popular se debe fundamentalmente a que no tuvo posibilidad de gobernar la Argentina en forma continuada, mientras que el liberalismo-conservador ha invertido millones y millones de dólares en formar sus cuadros académicos, intelectuales, comunicacionales y políticos.
4) La necesidad de educar a funcionarios en actividad se hace más que evidente teniendo en cuenta una política hegemónica a mediano y largo plazo. Esto incluye también cuadros empresariales y sindicales, obvio. Esos cuadros, obviamente, deberían elaborar políticas diferenciadoras en la gestión del Estado, en el aparato comunicacional, en los ámbitos académicos, en los relatos de la historia.
(Digresión autorreferencial: Es interesante cómo opera el periodismo obseso-opositor en la Argentina. Por distintas circunstancias, tuve la posibilidad de ser testigo del armado –digo testigo porque por distintos motivos no fui protagonista– del Instituto Manuel Dorrego, creado recientemente por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, y pude contrastar la realidad de su creación con lo que escribieron las plumas más significativas del vedettismo gráfico. Han mentido. Han ofendido. Han tergiversado. Se han hecho los irónicos. Han sido verdaderamente miserables, muchachos. No me sorprende, soy periodista y hace un par de años escribí las Veinte Verdades Periodísticas en el diario Crítica y en el que decía que los trabajadores de este rubro estábamos convertidos en miserables. Desgraciadamente no me equivoqué. La forma en que operan es asombrosa. Asombrosa).
Por último, otro gran hecho de la semana fue que un sector del radicalismo hizo una invitación al conjunto partidario a discutir el posicionamiento ideológico de la UCR frente a la irrupción del peronismo kirchnerista en la política argentina. Daba pena ver al partido –que realizó las revoluciones democratizadoras de 1890-93 y 1905, que inició la cuestión nacional en el siglo XX, que fundó YPF, que con sus contradicciones y con sus aciertos, formaba parte, en algunos aspectos progresistas en otros muy retardatarios del movimiento nacional y popular, que intentó la socialdemocracia luego de la dictadura– atado a los grupos económicos concentrados, a los monopolios mediáticos, a la Sociedad Rural desvirtuando su historia. El debate interno, aún cuando no se produzcan recambios generacionales, aún cuando el kirchnerismo les impida colocarse en el lugar único de progresismo, siempre será mejor que el desfile carnavalesco de dirigentes que emitían frases discriminatorias hacia el pueblo mientras defendían los intereses de las corporaciones. ¿Podrá el radicalismo recuperar sus viejas banderas o ya, por una cuestión sociológica e ideológica se ha acabado su misión histórica?
Por lo demás, como dice Franco Vitali, la historia la ganan los que la escriben.
DIARIO TIEMPO ARGENTINO
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