Por
No es nuevo, muchos hombres, mujeres, jóvenes y niños, por el solo hecho de
vivir en una villa o en un asentamiento, son discriminados y excluidos por
algunos sectores de nuestra sociedad. No es nuevo tampoco que muchos de ellos,
para conseguir empleo, por ejemplo en la Ciudad de Buenos Aires, no mencionan su
lugar de residencia por temor al rechazo
A pocas cuadras de la Avenida General Paz se estableció hace muchos años un barrio, Ejército de los Andes. Es uno de los tantos asentamientos que nacieron en nuestro país, como secuela de las migraciones internas o por la falta de oportunidades de las décadas perdidas, donde cientos de familias tuvieron que abandonar sus provincias. El barrio hoy tiene mejoras edilicias y de infraestructura, pero el imaginario colectivo, abonado distorsionadamente y ligeramente por algunos sectores, terminó etiquetándolo como “Fuerte Apache”. Así a un importante jugador argentino se lo llama “El Apache”, por haber nacido y sido criado en esa villa. Sin embargo, si en horas tempranas te detenés en los ingresos al barrio, podrás observar cómo cientos de mujeres y hombres se dirigen a sus trabajos, y regresan a la tarde, cumplida su jornada laboral.
La historia no es un cine continuado en el que la película empieza cuando el que comunica llega, no es un corto simplificado. Muchos de los que estigmatizan y excluyen a familias, barrios y villas tienen sus raíces en los excluidos de ayer. Es bueno recordar que la gran mayoría de nuestros abuelos huyeron de la hambruna y de la guerra, para ocupar tierras rurales y urbanas, en las que sólo había dos clases sociales: los ricos y los pobres, la mayoría inmigrantes. Los hijos de esos inmigrantes recién en el gobierno de Perón dejaron de ser marginados, se les abrieron las puertas de las escuelas, de las fábricas y también de la universidad.
En el Centenario de Mayo, la otra mitad de la historia que no nos contaron excluía a los que migraron de la Europa, a pesar de que la Constitución liberal de 1853 había propugnado el fomento de la inmigración europea. Venían de Europa los afiladores, colchoneros, herreros, lecheros, barberos, los tejedores manuales, el carbonero, los zapateros remendones, los carteros, los sastres, las costureras, los obreros de la construcción y tantos otros. ¡Cuántos de los que hoy estigmatizan a quienes viven en villas descienden de esos trabajadores! Sus antepasados vivieron en viviendas precarias, conventillos multirraciales. Nuestra identidad es multígena y amalgama identidad europea, la de nuestros pueblos originarios y la de los nuevos migrantes que provienen mayoritariamente de la patria grande latinoamericana.
El excluido de hoy es el nuevo sujeto histórico producto de recetas enlatadas del modelo neoliberal. Así, aparecen en los ’90 conductas de automarginación, de miedo, del no poder. Y ello hizo que muchas veces sean cautivos en su trabajo por inescrupulosos o por sus pares en organizaciones clientelares.
A pocas cuadras de la Avenida General Paz se estableció hace muchos años un barrio, Ejército de los Andes. Es uno de los tantos asentamientos que nacieron en nuestro país, como secuela de las migraciones internas o por la falta de oportunidades de las décadas perdidas, donde cientos de familias tuvieron que abandonar sus provincias. El barrio hoy tiene mejoras edilicias y de infraestructura, pero el imaginario colectivo, abonado distorsionadamente y ligeramente por algunos sectores, terminó etiquetándolo como “Fuerte Apache”. Así a un importante jugador argentino se lo llama “El Apache”, por haber nacido y sido criado en esa villa. Sin embargo, si en horas tempranas te detenés en los ingresos al barrio, podrás observar cómo cientos de mujeres y hombres se dirigen a sus trabajos, y regresan a la tarde, cumplida su jornada laboral.
La historia no es un cine continuado en el que la película empieza cuando el que comunica llega, no es un corto simplificado. Muchos de los que estigmatizan y excluyen a familias, barrios y villas tienen sus raíces en los excluidos de ayer. Es bueno recordar que la gran mayoría de nuestros abuelos huyeron de la hambruna y de la guerra, para ocupar tierras rurales y urbanas, en las que sólo había dos clases sociales: los ricos y los pobres, la mayoría inmigrantes. Los hijos de esos inmigrantes recién en el gobierno de Perón dejaron de ser marginados, se les abrieron las puertas de las escuelas, de las fábricas y también de la universidad.
En el Centenario de Mayo, la otra mitad de la historia que no nos contaron excluía a los que migraron de la Europa, a pesar de que la Constitución liberal de 1853 había propugnado el fomento de la inmigración europea. Venían de Europa los afiladores, colchoneros, herreros, lecheros, barberos, los tejedores manuales, el carbonero, los zapateros remendones, los carteros, los sastres, las costureras, los obreros de la construcción y tantos otros. ¡Cuántos de los que hoy estigmatizan a quienes viven en villas descienden de esos trabajadores! Sus antepasados vivieron en viviendas precarias, conventillos multirraciales. Nuestra identidad es multígena y amalgama identidad europea, la de nuestros pueblos originarios y la de los nuevos migrantes que provienen mayoritariamente de la patria grande latinoamericana.
El excluido de hoy es el nuevo sujeto histórico producto de recetas enlatadas del modelo neoliberal. Así, aparecen en los ’90 conductas de automarginación, de miedo, del no poder. Y ello hizo que muchas veces sean cautivos en su trabajo por inescrupulosos o por sus pares en organizaciones clientelares.
Es ahí donde desde la acción política tratamos
de hundir el bisturí. Estamos construyendo nuestro país con una mirada colectiva
de acenso social para los 40 millones de argentinos, con profundo respeto por
los Derechos Humanos y sociales, con respeto por la diversidad.
En una oportunidad, en 2003, le pedí a un ex intendente que interviniera en un asentamiento muy precario en el aspecto sanitario. Allí vivían múltiples familias, le ofrecí como Nación nuestro apoyo. Su respuesta me dejó anonadada, me dijo: “para nuestra legislación ese lugar no existe, es un espacio verde no podemos hacer nada”. Atrapado en su burocracia normativa excluía a cientos de familias sin ejercer su responsabilidad y solidaridad.
En este orden de ideas y volviendo al ejemplo del barrio Ejército de los Andes me permito transcribir el relato de un cooperativista del lugar que se está preparando en una diplomatura en cooperativas. Su mayor orgullo fue entrar a estudiar en la universidad junto con otros 800 cooperativistas. Y así expresó: “La diplomatura nos volvió a abrir la cabeza, nos descubrimos y nos unimos, estamos fortaleciendo el saber, el corazón y las manos con la que levantamos las banderas de la justicia social. Venimos de los barrios humildes y carenciados, del barro, de sufrir el olvido, de laburar bajo el sol y la luna, del digno dolor de brazos y espalda que te da levantar ladrillo a ladrillo el hogar. (…) El pico, el rastrillo, la pala, la carretilla… La cooperativa nos trajo dignidad, trabajo, esfuerzo, formar parte, valor y valoración del ser… reacomodar la esperanza, la que nunca se pierde, aunque hay veces que no sabés ubicarla, llega el respeto interno, descubrimos y redescubrimos… La diplomatura nos trajo el desafío, el comprometerse, el recordar, volver a fluir, atreverse, aprender, saber, grupo, estar, política, Derechos Humanos, justicia social, pueblo, militancia, estudiar, libros y cuadernos… él (Néstor Kirchner) lo sabía bien y quiso que lo supiésemos.”
En una oportunidad, en 2003, le pedí a un ex intendente que interviniera en un asentamiento muy precario en el aspecto sanitario. Allí vivían múltiples familias, le ofrecí como Nación nuestro apoyo. Su respuesta me dejó anonadada, me dijo: “para nuestra legislación ese lugar no existe, es un espacio verde no podemos hacer nada”. Atrapado en su burocracia normativa excluía a cientos de familias sin ejercer su responsabilidad y solidaridad.
En este orden de ideas y volviendo al ejemplo del barrio Ejército de los Andes me permito transcribir el relato de un cooperativista del lugar que se está preparando en una diplomatura en cooperativas. Su mayor orgullo fue entrar a estudiar en la universidad junto con otros 800 cooperativistas. Y así expresó: “La diplomatura nos volvió a abrir la cabeza, nos descubrimos y nos unimos, estamos fortaleciendo el saber, el corazón y las manos con la que levantamos las banderas de la justicia social. Venimos de los barrios humildes y carenciados, del barro, de sufrir el olvido, de laburar bajo el sol y la luna, del digno dolor de brazos y espalda que te da levantar ladrillo a ladrillo el hogar. (…) El pico, el rastrillo, la pala, la carretilla… La cooperativa nos trajo dignidad, trabajo, esfuerzo, formar parte, valor y valoración del ser… reacomodar la esperanza, la que nunca se pierde, aunque hay veces que no sabés ubicarla, llega el respeto interno, descubrimos y redescubrimos… La diplomatura nos trajo el desafío, el comprometerse, el recordar, volver a fluir, atreverse, aprender, saber, grupo, estar, política, Derechos Humanos, justicia social, pueblo, militancia, estudiar, libros y cuadernos… él (Néstor Kirchner) lo sabía bien y quiso que lo supiésemos.”
Sin duda la educación es un puente para
romper con los miedos que, junto con el trabajo, liberan a las personas. La
organización del trabajo en cooperativas, en capacitación con obras, es un
camino que como oportunidad ayuda a vencer el no se puede. Hoy en la Argentina
hay cientos de cooperativas que se formaron a partir de empresas recuperadas
porque los inversores extranjeros especuladores hace tiempo se
marcharon.
Rechazamos el juego perverso de los poderes, sean de cualquier
sector, que especulan para obtener mayores ganancias personales, o para las
burocracias que alimentan; también el de aquellos que consienten que ello suceda
por su misma indiferencia y nos preocupan también los que tienen el “alma
dormida”. La estigmatización influye en la conformación de las identidades, las
deterioran, limitan la convivencia humana. Cuando decimos “construir ciudadanía”
hablamos de integrar a cada persona con oportunidades de acceso.
Debemos hacernos cargo, cada uno desde su sector, su jurisdicción, con un Estado presente y un pueblo participando para defender la dignidad de cada ciudadano y para que cada día tengamos una sociedad más inclusiva. Y en esto es importante que los gobiernos locales incluyan proponiendo oportunidades de acceso, no aislando ni marginando ni “vetando” acciones de inclusión.
Por ello, nuestro gobierno avanza en la distribución de la riqueza con inclusión social, pero también es vital hacer crecer en nuestra sociedad la solidaridad activa, no la mediática, sino la que se ejerce desde el ser.
FUENTE:
http://tiempo.infonews.com/notas/nuevo-sujeto-historico
Debemos hacernos cargo, cada uno desde su sector, su jurisdicción, con un Estado presente y un pueblo participando para defender la dignidad de cada ciudadano y para que cada día tengamos una sociedad más inclusiva. Y en esto es importante que los gobiernos locales incluyan proponiendo oportunidades de acceso, no aislando ni marginando ni “vetando” acciones de inclusión.
Por ello, nuestro gobierno avanza en la distribución de la riqueza con inclusión social, pero también es vital hacer crecer en nuestra sociedad la solidaridad activa, no la mediática, sino la que se ejerce desde el ser.
FUENTE:
http://tiempo.infonews.com/notas/nuevo-sujeto-historico
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