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Un caso paradigmático de este dispositivo opositor es el affaire Ciccone Calcográfica que comienza con una declaración sin sustancia judicial, realizada por la ex esposa de un socio de un supuesto conocido de Boudou.
Ya se hace innegable que desde el aplastante triunfo electoral de
Cristina Fernández la gran obsesión de la oposición mediática no ha sido
otra que la sistemática campaña de deslegitimación de cara a la opinión
pública. En efecto, se pretende deslegitimar a un gobierno que, más
allá de sus contradicciones internas y sus asignaturas pendientes, ha
sido desde la asunción de Nestor Kirchner –en el otoño de 2003–, un
punto de inflexión que ha modificado el devenir de la agenda política
del neoliberalismo, instalada desde Martinez de Hoz y proseguida por
los distintos gobiernos de la transición democrática argentina.
Un caso paradigmático de este dispositivo opositor es el affaire
Ciccone Calcográfica que comienza con una declaración sin sustancia
judicial, realizada por la ex esposa de un socio de un supuesto conocido
de Boudou. De este modo se instala el nombre del vicepresidente como
supuesto protagonista por acción u omisión en la realización de un
negocio millonario. De ahí en más la novela periodística de finales del
verano intenta generar una suerte de desmoronamiento mediático
utilizando la recurrente teoría del dominó. El objetivo es que un
gobierno legitimado hace tan sólo cinco meses con el 54% de votos de la
ciudadanía vaya desgastándose de cara a la opinión pública. Esta acción
se presenta como única alternativa opositora, ya que la conformación
parlamentaria en ambas cámaras hace imposible la concreción de sus
deseos desestabilizadores.
En una declaración pública de la última semana los legisladores
expresaban el respaldo al vicepresidente, al fundamentar que “el brutal
ataque mediático al que está siendo sometido es revelador de la
impotencia y frustración que evidencian los poderes al no haber podido
condicionar a un gobierno que interpreta la voluntad popular”.
En la
ofensiva a Amado Boudou “hay un daño que se intenta hacer a las
instituciones con el objetivo de torcer el rumbo económico”, afirmaba
Eric Calcagno, diputado del Frente para la Victoria.
“Le pegan a Boudou
porque es una posibilidad de continuidad de un proyecto. El problema no
es el vicepresidente o Ciccone, que los investigará la justicia, sino
que el objetivo es acorralar al gobierno de Cristina Fernández de
Kirchner”, remarcaba Fernando “Chino” Navarro, diputado bonaerense.
“Es
una respuesta al 54% de los votos de la ciudadanía que logró la
presidenta en octubre pasado, como pasó con Néstor cuando el diario La
Nación puso fecha de vencimiento a su gobierno, como ocurrió con la
respuesta de las patronales agrarias, en los primeros tiempos del primer
mandato de Cristina, o con la corrida bancaria que intentaron desatar
apenas se supo del alto apoyo de las elecciones de octubre”, declaraba
Daniel Filmus, senador oficialista.
Lo cierto es que el gran despliegue mediático intenta involucrar al
vicepresidente en hechos que hasta ahora no se han podido probar con la
recurrente estrategia de títulos impactantes que no se condicen con el
texto desarrollado en el interior de la nota periodística. Como si los
dueños de los medios conservadores partieran de la premisa que
importantes sectores de la población tan sólo visualizan los titulares
de los diarios o advierten en su lectura rápida de la información de los
medios audiovisuales los zócalos de los canales de noticia que invaden
sin sonido la mayoría de bares, restaurantes y lugares públicos.
Esta manera de construir la realidad de parte de los mass media
intenta instalar en el imaginario social una idea de corrupción
generalizada, reforzando el escepticismo tan afín al discurso
antipolítica de los gobiernos autoritarios del pasado. También habrá que
preguntarse si las innumerables tapas de los socios propietarios de
Papel Prensa, Clarín y La Nación, y el entramado de nombres involucrados
o sospechados en dicha causa no terminan agotando al lector medio más
ocupado y preocupado por cuestiones de la vida cotidiana que aún quedan
pendientes de solución.
Así es como aparece en el curso de las últimas semanas como tema reiterado y principalísimo el caso Ciccone, en los programas periodísticos del canal de noticias Todo Negativo, Desde el llano, A dos voces, Palabras más palabras menos, y Juego limpio, con los mismos entrevistados que recorren los programas políticos del canal de cable del Grupo Clarín como una suerte de elenco estable semana tras semana, mechando sus opiniones con la histórica abonada de TN, la frustrada candidata a presidenta Elisa Carrió, aún golpeada por el éxodo masivo de su electorado en las últimas elecciones. También hay que mencionar al pintoresco Jorge Asís y sus desopilantes análisis sobre el gobierno y sus perspectivas y al medido opositor Alberto Fernández –con su tono políticamente correcto– y su funcionalidad discursiva a los planes de desgaste sistemático al gobierno que repite hasta el cansancio que a pesar de haber votado a favor de Cristina Fernández el 23 de octubre, no encuentra lugar en el peronismo por culpa del sectarismo K.
Lo que se torna evidente es que el juzgamiento mediático y la culpabilidad a priori , en que se ha colocado en estos dos últimos meses por los medios hegemónicos al vicepresidente Amado Boudou en una suerte de juicio mediático sumarísimo huele a intereses inconfesables y a la previsible puja por la herencia política de Cristina Fernández en la que incursionan los poderes corporativos más diversos y algunos personajes del pejotismo menem-duhaldista “reconvertidos”.
El millonario negocio de los juegos de azar monopolizado por el Grupo Boldt en la provincia de Buenos Aires es uno de las tantas razones por esta extensa y sistemática campaña de desprestigio que intenta dejar fuera de carrera a uno de los potenciales candidatos de 2015.
FUENTE:
http://tiempo.infonews.com/2012/04/14/editorial-73099-los-juzgamientos-mediaticos.php
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